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Ciriaca Calvo y Luisa Clemente haciendo las prácticas de 3º en el Colegio Diocesano.
El maestro era D. Filemón.
La foto formaba parte de la Memoria que teníamos que entregar a Emilia Domínguez. |
Lo primero de todo, dar las gracias a
los organizadores del Blog por
permitirnos revivir una parte importante de nuestra trayectoria profesional,
aquella que, aunque corta, fue especialmente intensa. Y lo fue en el plano
académico y en el político y social.
Ahora, con el paso del tiempo, el análisis
retrospectivo nos permite darnos cuenta del enorme valor que tienen los
integrantes del QUIJOTES DEL 73. Para empezar, creo que la inmensa mayoría
estábamos en la Escuela de Magisterio porque queríamos ser maestr@s. Esta
circunstancia es clave porque sin ella hubiera sido difícil gestar el enorme
cambio que sufrió la escuela en el paso de la década de 1970 a 1980. Esa
transformación fue obra nuestra y debemos sentirnos orgullos@s de ello.
Nosotros llegamos a una escuela “en transición”, nos inmiscuimos en ella y la
cambiamos. Era una escuela que se inscribía en el paso de la dictadura a la
democracia. En ella alternaban los símbolos de la escuela tradicional –el
cuaderno de rotación, el rezo de “Las Flores” en el mes de Mayo, la utilización
de la cartilla y, sobre todo, la “buena caligrafía” que debía tener la maestra-
con el uso de las metodologías de la Escuela Nueva (Freinet y Montessori) y,
sobre todo, con la asistencia a las progresistas “Escuelas de Verano”.
Nos
incorporamos a unas aulas que en algunos casos no tenían ni retretes, y que se hallaban repletas de alumnos a los
que tenías que enseñar de todo –por eso de que estábamos en pleno proceso de
generalización de la recién implantada Ley General de Educación-, sin tener en
cuenta si habías hecho una u otra especialidad. Para muchos de la promoción el
primer destino fue una unitaria, alejada de las ciudades y con malas
comunicaciones.
Asumimos el reto de trabajar aislados y con escasos materiales.
Nuestro Plan de Estudios, el Experimental
de 1971, nos había proporcionado “conocimientos teóricos”, pero muy poco de
lo que realmente se cocía en unas aulas con tantos alumnos y de tantos niveles.
En medio de todo ello, luchamos como jabatos para que los muchachos y muchachas
aprendieran. Debemos sentirnos muy orgullosos de este espíritu quijotesco que
nos caracteriza, así que, desde el corazón, FELICIDADES A TOD@S.
Luisa Clemente
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